18 de julio de 2013

La sangre no se derrama por nada especial

En un reciente programa de televisión, un animador, que actuaba más bien como un agitador, extranjero, desde la comodidad de su estudio, sin entender nuestra realidad, presionaba a un opositor, como buscando sangre para animar un reality show, preguntándole repetidamente "¿Es o no es dictador"?
El muerto, aun cuando democráticamente elegido, por lo menos según su concejo electoral, a cuenta de cómo usaba la chequera petrolera, la cual es el instrumento de poder dictatorial por excelencia en Venezuela, ése sí actuaba como un dictador. El actual, el ocupador, el ilegítimo, a quien todo el qué decir y el qué hacer se le dicta, y sólo se le permite elegir qué tejido tricolor ponerse cuando viaja al exterior, como para echárselas de místico, ése podrá ser un títere de dictador, pero no un dictador.
Ahora bien, eso de que le hayamos entregado nuestras resultas petroleras al Estado, para que quienes no les ha costado ningún esfuerzo extraerlas las administren, un absoluto sinsentido, eso sí nos garantiza vivir en una dictadura económica.
La pregunta que nos debemos es: las elecciones, hasta suponiéndolas perfectamente pulcras... ¿son más importantes como el instrumento de todos nosotros para elegir a quienes nos habrán de gobernar, o son más importantes como el instrumento, de unos pocos, para acceder a los poderes que van con el gobernarnos? Y lo pregunto, por cuanto me parece que de una manera u otra, y por cierto no solo en Venezuela, puede haber algo en el proceso democrático que no conduce a que los mejores nos gobiernen. ¿Será que los mejores no están tan dispuestos a negociar sus gobiernos?
Adicionalmente, en condiciones normales, cuando el Estado opera en base a las contribuciones fiscales de sus electores, los elegidos, el día después de las elecciones, siguen debiéndose por lo menos en algo a los ciudadanos; mientras que, en Venezuela, el día después de las elecciones, cuando los elegidos toman posesión de la chequera petrolera, somos los ciudadanos quienes terminamos debiéndonos más a quienes nos gobiernan.
Y esta realidad nuestra significa que los cambios de quienes nos gobiernan, no pasan de ser simplemente unos cambios de protagonistas, de la misma película, con guiones parecidos. Y eso ciertamente le resta fuerza al ímpetu nacional de solicitar cambios por vía de una protesta social. En otras palabras para que una sociedad reclame cambios por vías que puedan ser peligrosas, probablemente necesita sentir que del otro lado del río espera, o un botín, o algo inmensamente mejor que merece arriesgarse.
Por ejemplo si a mí me dijeran que al otro lado del río se encuentra la repartición de las resultas petroleras a los ciudadanos, con lo cual los venezolanos se librarían de la dependencia del Estado, ahí de repente podría justificarse una guerra, ya que ahí sí estaríamos hablando de una verdadera Guerra de Independencia.
De nuevo me enviarán mensajes del tipo "Sólo se gastarían sus resultas petroleras en aguardiente". De nuevo les aseguraré que no. La mayoría sabrá mejor qué hacer con su cuota parte de las resultas, de lo que el Gobierno sabe hacer con todas estas. Y además, aun cuando así fuese, quizás es mejor un país de borrachos libres, que uno con domesticados y subyugados abstemios.
PS. Si te dan un regalo y lo extraes de su envoltura ¿has producido un regalo? Pues no. De la misma manera, cuando extraemos un barril de petróleo, no hemos producido un barril de petróleo.