24 de noviembre de 2011

¿Cambio de carcelero… o libertad?

Somos prisioneros de una cárcel, donde los presos elegimos un carcelero mayor, quien, como consecuencia de una prerrogativa monárquica heredada de España, tendrá el acceso al gabinete que contiene las armas que representan nuestras resultas petroleras... y para que luego, supuestamente, haga algo bueno con éstas. 
Aquellos presos que consideren que el carcelero de turno está haciendo un trabajo aceptable, o son tratados con cariñitos especiales, o simplemente le tienen pavor a cualquier cambio de carcelero, preferirán reelegirlo; mientras quienes consideran que el carcelero actual no sabe lo que hace, o detestan sus atropellos, o simplemente otro les parece mejor, van a querer uno nuevo. 
La tragedia es que ambos grupos han sido condicionados a ignorar que no existe una verdadera razón por la cual deben estar presos, o por la cual las resultas petroleras no les sean directamente entregadas a ellos, por lo que no son capaces de ver la opción de una Venezuela que no sea cárcel. 
Y lo anterior representa nuestra actual paradoja. Justamente en los momentos en que más se ha evidenciado la vital necesidad de acabar para siempre con nuestra prisión petrolera, es también cuando, más urgente se le hace a quienes más se oponen al carcelero, el lograr esa aspirinita que representa un cambio de carcelero. Por lo que hoy, cuando sigo pidiendo que derrumbemos la prisión, hay quienes que hasta me acusan de traidor, por no concentrarme en apoyar su comprensible pero tan limitada causa. 
¡Y qué difícil es librarse! La semana pasada, en respuesta a otro artículo sobre el tema, uno de los prisioneros comentó: "¿Hasta cuándo lo de repartir las ganancias petroleras? A sus lectores nos gustaría que no escribiera siempre acerca de lo mismo". Como notarán, a ese prisionero le resulta imposible entender que es a quienes, década tras década, sólo escriben sobre lo que el carcelero de turno debe hacer, o recomiendan a alguien para tal cargo, a quienes deberían acusar de escribir siempre sobre lo mismo... ¿O será que no quiere que lo incomode recordándole lo que debería hacer? 
Y estamos tan acostumbrados a ser prisioneros, y a vivir sometidos a ciertas normas, que por ejemplo nadie de los candidatos a carceleros ni siquiera se atreve a cuestionar la prebenda de la gasolina regalada, que se ofrece sólo a los prisioneros motorizados. 
La ineficiencia e injusticia en la asignación de recursos que significa la gasolina regalada es sin duda alguna uno de los principales síntomas de la infección que agobia a Venezuela... el pus que brota, y el hecho de que esto no sea ni siquiera un tema de discusión, evidencia tanto la falta de liderazgo como el encarcelamiento mental que sufre el venezolano. 
Por supuesto no tengo dudas que, llegada las elecciones del 2012, y de no haberse logrado adelantar el derrumbe de la prisión, tendré que votar por un nuevo carcelero mayor; al cual, sin duda, habré de considerar mejor que el actual, aun a sabiendas que el día siguiente tendré que enlistar a otros presos para la Gran Fuga. Lo más triste de ganar la oposición es el perder tanto de la oposición que sigue siendo tan necesaria. 
¿Por qué no buscamos la libertad? ¿Será que no tenemos el coraje para ver qué es lo que hay allá afuera? ¿Será por cuanto en la cárcel siempre podemos echarle la culpa a los carceleros? 
Compatriotas, cantada por prisioneros que prefieren quedarse en cadenas, lo del "Gloria al Bravo Pueblo que el yugo lanzó" hasta parece de mal gusto.

17 de noviembre de 2011

El presidente que yo quiero

El presidente que yo quiero, convocaría de inmediato a una licitación pública, abierta a empresas venezolanas, para asignarle la responsabilidad de repartir las resultas petroleras entre todos los venezolanos, a la que, cumpliendo con ciertos requisitos técnicos, nos ofrezca cobrar el menor porcentaje por sus servicios. 
Ese contrato incluiría cláusulas penales, como el tener que cancelar 1.000 veces al perjudicado cualquiera resultas que no ha sido debidamente repartida por culpa de la empresa; y el tener que cancelar 10.000 veces, al fondo de resultas, el valor de las resultas que por culpa de la empresa hayan sido entregadas indebidamente. El presidente y los miembros de la junta directiva de tal empresa, serían solidariamente responsables hasta por el 10 por ciento de las multas. 
Una vez establecido el sistema de reparto de resultas, el presidente que yo quiero, incrementaría el precio de la gasolina a su valor internacional, y repartiría de inmediato todo lo recaudado a los ciudadanos, para que ellos puedan hacer lo que más les convenga con esos ingresos, sin tener que estar obligados a consumir gasolina para poder participar en el reparto. 
El presidente que yo quiero, inicia de inmediato, mediante un amplio proceso de consultas, la formulación de una reforma constitucional que habrá de imponer estrictas limitaciones a los ingresos provenientes de las resultas petroleras que puedan ser usados por el Estado, y obligar a que cualquier desembolso de resultas que exceda esos niveles, deba ser repartido, en efectivo, directamente a la ciudadanía. La reforma propuesta debe ir a un referéndum. 
El presidente que yo quiero, está profundamente convencido que el futuro de Venezuela está en manos de su pueblo y que su mayor responsabilidad, al ser elegido, así como la de todos sus funcionarios es, antes que la de ayudar, la de no molestar. 
El presidente que yo quiero sabe que antes de lograr hacer de Venezuela el país más seguro del mundo, en materia de seguridad ciudadana y seguridad jurídica, no tiene derecho a inventar más nada. 
El presidente que yo quiero sabe que está recibiendo un país dividido y que su responsabilidad es la de unirla caminando habilidosamente sobre esa peligrosa cuerda floja, colgada entre la importancia de evitar la impunidad y la importancia de evitar alimentar los odios. 
El presidente que yo quiero no convoca a cadenas, limita sus actuaciones públicas y prohíbe las cuñas destinadas a promover la idea de que está haciendo un grandioso trabajo. 
El presidente que yo quiero le dice chao pescado a todo lo cubano, y sus similares, y que hoy tienen invadido nuestro país. 
El pueblo que yo quiero sabe que sentarse en un debate entre candidatos a caciques, esperando oír para luego creer en sus respectivos ofrecimientos de lo que van a inventar hacer con sus resultas petroleras... es la mejor manera de garantizarse un futuro, bastante peor que mediocre. 
Finalmente, a los candidatos amigos, permítame citar a H.L. Mencken de su libro "La crestomatía de Mencken", de 1929: "Lo más triste de la vida es la de un aspirante político en democracia. Su fracaso es ignominioso y su éxito es una vergüenza". 
Candidatos, adelante... buena suerte... pero sepan que, por lo menos éste articulista, hará lo que pueda para vigilarlos... ya que eso de rodillas en tierra y arrodillados se presta a demasiada confusiones, y ya hemos aprendido demasiado para andarnos con tonterías y alabanzas cursis.

10 de noviembre de 2011

Nosotros los primitivos

Peter Bernstein, en “Contra los Dioses: La Historia del Riesgo” (1998) sostuvo que la verdadera frontera entre la antigüedad y los tiempos modernos, se ubica a mediados del siglo XVII; época cuando se inicia el verdadero desarrollo de las estadísticas o matemáticas probabilísticas, con las cuales el hombre pasa de considerar todo como definido por los dioses, a creer que puede y debe administrar riesgos. 
De esa misma manera estoy seguro que la frontera entre una Venezuela primitiva y una Venezuela moderna se ubicará en ese momento en que la ciudadanía decida sembrar sus propias resultas petroleras, en lugar de bobamente esperar por lo que el cacique de turno haga con ellas. 
Y francamente, si pudiésemos vernos en una película colocando nuestras billonadas de resultas petroleras en una bóveda para luego, sobre la base de unas bufas promesas electorales, elegir a uno de nosotros como nuestro cacique, para que nos las devuelva, de la manera que a él le plazca, no hay duda que sería más fácil vernos las caras de primitivos idiotas que llevamos. 
La semana pasado asome la posibilidad que un tercer candidato, sobre la base de una muy breve agenda, tendría grandes posibilidades de ganar la presidencia en el 2012. La agenda incluiría el limitar estrictamente las resultas petroleras que puedan ir directamente al Estado, el maximizar las resultas entregadas directamente a los ciudadanos para que sean estos quienes la siembren, y el concentrar toda la atención del Estado en hacer de Venezuela uno de los países con mayor seguridad ciudadana… en el mundo. 
Por supuesto, y aún cuando la idea recibió apoyo, mucho más de lo que yo esperaba, no faltaron quienes, desde AMBOS extremos políticos, me tildaron de ser un mercenario divisionista… al servicio del malvado agente extranjero correspondiente. 
¿Divisionista yo? Dividir una mayoría tiene significado… dividir una posible mayoría tiene significado siempre que la división no sea reversible… y dividir una minoría no significa nada… muy especialmente si es para construir una mayoría perdurable. En estos delicados momentos, en Venezuela no se trata sólo de conseguir el indispensable 51%, se trata también de conseguir ese margen de votos tanto mayor al 1% que permita manejar un triunfo. 
Se necesita de visión país para entender que de no querer que nuestro país se hunda aún más en los tan destructivos pantanos del odio, la oposición, aún triunfando con un gran margen, debe formar un gobierno de coalición que incluya a grandes partes del oficialismo... lo que, adelantándome a algunos típicos comentarios automáticos que he de recibir, por supuesto que no significa impunidad. En el oficialismo también se observa deseo de castigar a sus “traidores” quienes desperdiciaron sus resultas. 
Además tanto el candidato único del oficialismo como los varios candidatos de la oposición en vía de ser el único, deben recordar que una cosa es quedar electo como quien puede abrir la puerta a un futuro mucho mejor y otra cosa muy distinta, es quedar electo por el sólo hecho de haber indicado la ubicación de una puerta de escape… donde el votante, tratando de evitar que el pánico se cierne sobre él, no tenga otra alternativa que buscarla. 
En fin, quien crea que con librar al país de la actual infección alcanza, no tiene la menor idea de la enfermedad que nos agobia. Amigos, se los ruego, dejémonos de ser tan pero tan primitivos.

3 de noviembre de 2011

El tercer candidato

Un oficialismo que lleva demasiado tiempo gobernando se agota, pero también se agota una oposición que lleva demasiado tiempo oponiéndose... y a muchas caras nuevas les pasó como a Penélope, envejecieron esperando. 
Entre los oficialistas desilusionados que votarían por otro candidato, siempre y cuando no sea de la oposición; o los oficialistas que votarían por otro candidato, por cuanto temen aún más que una fracción opuesta del caciquismo-sin-cacique se imponga; y la cantidad de votos por la oposición que están ahí, solo por cuanto no tienen otro instrumento con que sacar al cacique de turno, existe una clara mayoría como para lanzar y elegir a un tercer candidato. 
Y esa es la oportunidad de oro que tenemos los ciudadanos para proponer una verdadera revolución antipolitiquería... y no una de esas fallas alternativas de cambio que ante nada buscan sacar a otros, pa-ponerse a sí mismos.
Y no es que esté en contra de los políticos, en absoluto, son indispensables... pero es que estoy tanto más a favor de mí mismo y de los demás ciudadanos... y estoy convencido que si no logramos controlar a los políticos, con unas riendas cortas y entregándoles una billetera con resultas petroleras más bien pobres, pues elección tras elección, década tras década, siglo tras siglo... nos comerán vivos. 
¿Qué rompo la necesaria unidad? ¡No! La unidad necesaria, es ante nada la del país y falta casi un año para las elecciones... y el país no aguanta una encerrona entre dos polos opuestos... el país necesita por donde respirar. 
No sé quién podría ser ese tercer candidato, pero hay unos cuantos que pudiesen cumplir la función de ejecutar una agenda perfectamente identificada... como la siguiente: 
Hacer pasar absolutamente todas las resultas petroleras por un Fondo Nacional (FN), desde el cual solo se podrá traspasar al gobierno central, gobernaciones, y alcaldías, un monto anual que no exceda por ejemplo, el 4% del PIB, o el 15% de las exportaciones de la nación, o el 25% de los impuestos que por cualquier vía se esté recaudando de la ciudadanía. 
Tal FN sería manejado por personas elegidas por el voto popular y quienes, de considerar que el país tenga la suficiente capacidad de absorción para recibir más recursos, sin generar inflación, podrán hacer traspasos adicionales de resultas petroleras, pero en tal caso, exclusivamente mediante pagos en efectivo y por igual, a cada uno de los venezolanos. 
Ese FN será establecido como un fideicomiso a favor de los venezolanos, como personas privadas, y al cual los acreedores de la nación no tendrán acceso, para que los gobiernos no se apropien de las resultas vía las deuda. Mientras el FN guarde sus activos en el exterior, como cualquier banco central, en esencia representará una fuga democrática de capitales, o sea de todos. 
Mientras se implementa la profunda transformación política de la nación que lo anterior implica, al Estado le debe quedar prohibido asumir funciones nuevas, muy especialmente mientras no se haya solucionado el inmenso problema de la inseguridad ciudadana. 
Amigos. No nos interesa mantener a Venezuela a flote en la cloaca de las resultas petroleras centralizadas, solo para que no se ahogue, sino que, por el bien de todos, necesitamos sacar a Venezuela de esa cloaca, por siempre... antes que esto degenere aún mas y tengamos que vernos hasta con unos Gadafis criollos, trapeados de azul, rojo o amarillo.