2 de diciembre de 2010

El espejo iraquí

Supónganse un país que estuviese padeciendo las inclemencias de una dictadura que aún cuando le importa un rábano el pueblo y viola todos sus derechos humanos, logra mantenerse en el poder, gracias a unos ingresos derivados de la extracción de 3.5 millones de barriles de petróleo, en un país de unos 33 millones de habitantes. Como entenderán, les estoy hablando de Irak y de Saddam Hussein. 
Y supóngase que a cuenta de una ayuda externa no formalmente solicitada, ése país logra liberarse de su monstruo oligarca; pero que ahora sus ciudadanos oyen sobre la posibilidad de que en unos pocos años la extracción de petróleo aumentará a 10.5 millones de barriles diarios; y de que las resultas petroleras seguirán yendo directa e íntegramente a quienes los gobiernan, bien sea desde el Estado Central o desde algunos muy pocos gobiernos regionales. 
En cifras concretas, calculando las resultas en 70 dólares por barril, lo anterior significaría entregarle a uno o a unos muy pocos gobernantes en un país pobre, donde los pobres no tienen con qué defenderse y los ricos prefieren entenderse, la cantidad de 8.130 dólares anuales por cada uno de los 33 millones de ciudadanos. ¿Qué dirían ustedes? 
Yo sí sé que si fuese un ciudadano iraquí gritaría: "Ni locos vayamos a coronar al Hussein II que con toda certeza nos espera, si permitimos que alguien se arme con una chequera petrolera con hasta tres veces más de las resultas petroleras de las que recibía Hussein I. Si así lo hacemos, lo malo del I pasará a ser solo un juego de niños. 
¿Qué se puede hacer? No hay otra manera que el de, o no extraer el petróleo, o el de limitar estrictamente el monto de las resultas petroleras que el gobierno central pueda recibir anualmente, para así evitar un Estado o cacique independientemente rico y donde los ciudadanos-indios terminan siendo solos unos molestosos pedigüeños. 
Como tal limite propondría inicialmente el monto menor de las siguientes tres cantidades: El 20% de los ingresos recibidos por el fisco de los ciudadanos por concepto de impuestos, para que quede claro que los ciudadanos son los jefes del cacique y de sus caciquillos; el 5% del PIB o el 15% de las exportaciones, para que el Estado, el cacique y los caciquillos tengan un interés en ayudar a los ciudadanos producir. 
¿Significaría esto cambiar la Constitución, por ejemplo en un país como Venezuela? ¡Por supuesto que sí! Pero, como el propósito fundamental de toda Constitución es el defender a los ciudadanos de sus gobernantes, igualmente ya sabemos a cuenta de muchas experiencias que una Constitución que no limita expresamente el poder petrolero del Estado y de sus "petrocratas", de todas maneras es simplemente una vulgar entelequia. 
Amigos del lado del espectro político no ajeno al socialismo. Recuerden ustedes que unos socialistas idealistas, u hombres nuevos, por muy nuevos que sean, no tienen el menor chance del mundo de lograr dominar a un comunista oportunista con una chequera repleta de resultas petroleras. 
Amigos del lado del espectro político ajeno al socialismo. Recuerden ustedes que no existe la más remota posibilidad de lograr que unos mercados operen con eficiencia, por eficientes que sean sus participantes, si no se logra dominar a un capitalismo de Estado alimentado por una chequera repleta de resultas petroleras. 
Espejo, espejo iraquí… ¿dinos quiénes somos los perfectos idiotas aquí?
Caracas, El Universal