24 de junio de 2010

El hombre nuevo se hace esperar

En momentos cuando por descuido hacemos abstracción del hecho que el socialismo que el cacique de turno nos quiere imponer es ante nada un proyecto para mantenerse en el poder, y solo oímos a un ser desesperado por encontrar la manera de hacernos comprar su invento, hasta le podemos tener lastima. 
Durante la larga cadena del Sábado, y que con la ironía propia de la historia fue transmitida desde una fábrica de quesos, el cacique hablaba, analizaba, explicaba e inventaba sobre comunas y vida comunitaria. Buscaba animar sus alumnos con unos cuantos “¡eh!” pero sin querer darse cuenta que sus alumnos no tenían el más mínimo interés en la materia. Sus candidatos a hombres nuevos, esos cuya graduación se nos hace más lejana que nunca, no tenían tiempo para escuchar al maestro por, cuán hombres viejos, estar ocupados buscándole la manzana más bonita y más rojita. 
Si igualmente hacemos abstracción del hecho que el cacique nos dice que si no es por las buenas será por las malas que conseguirá a ése hombre nuevo, “no puede haber reconciliación”, hubo momentos en que, cerrando los ojos, nos sonaba algo así como un hippie de los sesenta. ¿Qué pasaría si el cacique abandona los duros Hell´s Angels, y se deja crecer el pelo, se pone un bluyín acampanado, se guinda unas flores en el cuello y, tal Scott McKenzie, nos canta “If we´re going to Sabaneta? ¿Tendría así una mejor posibilidad de labrar su hombre nuevo? 
En su probablemente muy sincera frustración sobre lo tanto que el hombre nuevo se hace esperar, el cacique teorizaba sobre la posibilidad que las actuales comunas eran demasiado pequeñas para servir como aldeas Potemkin; y por lo que habría que desarrollar macro-comunas para convertir a los incrédulos. Algo así como esa misma fábrica de quesos multiplicada por mil y hecha fuente de orgullo revolucionario al estar planificado que en un futuro desplazara mundialmente al queso camembert con nuestro queso guayanés. ¿Se lo creemos? 
El neo-Sábado Sensacional recordaba reality shows con sus cámaras ocultas, solo que en este caso era imposible decir quien estaba filmando a quien; si el cacique a los indios; o los indios al cacique; o los indios y el cacique a la oposición; u, horror, el mundo a los venezolanos. De repente en Alemania, unas amas de casa y unos sociólogos, no se pierden ni un solo capítulo de su “Rot-rotlein Venezuela”. 
Ni por un segundo le peleo al cacique de turno la idea de querer un hombre nuevo, por supuesto uno mejor… ¿quién no lo quisiera? Pero, aparte del cómo formarlo, tenemos el problema de cómo asegurar que ese hombre nuevo sobreviva en nuestro duro hábitat. Por ejemplo, mientras, ¿qué nos hacemos con tanto hombre viejo?... los que hasta incluyen al cacique que aún cuando lo germino la democracia, nos resulto más viejo que Los Tres Villalobos. 
De lo que si estamos seguros es que ese hombre nuevo que queremos, no surgirá a fuerza de obedecer; ni a quien tenga un mando militar, ni a quien cargue con una chequera petrolera, y mucho menos a un todo-en-uno yo-solito-mando-propongo-y-decido. 
Estoy seguro que el hombre nuevo que queremos es antes que nada un hombre capacitado para asumir sus responsabilidades y crear consensos, y no un experto en evadirlas culpando a otros y fomentar disensos. Si ese hombre nuevo se hace esperar, pues que así sea, por cuanto con hombre nuevo maloso, ni para la esquina.

17 de junio de 2010

Más neoliberalismo por favor

Pocos pueden evidenciar haber criticado tanto la aplicación ciega de unas recetas identificadas con el neo-liberalismo o el Consenso de Washington, como lo hiciera yo antes que este pseudogobierno hiciese su aparición en la escena. Lo hice en artículos que publiqué cuando tales críticas podrían tener consecuencias profesionales negativas y no cuando, como hoy, tales críticas son emitidas o repetidas, por quienes sólo buscan ganarse favores. 
En tal sentido tengo todo el derecho moral para decir que hoy en día lo que más falta le hace a Venezuela es una buena dosis de neoliberalismo. 
Con ello no les estaríamos robando a los pobres de nuestro país el 10 por ciento del PIB, regalando la gasolina a quienes la queman en las colas de nuestras carreteras. 
Con ello no estaríamos permitiendo un sistema de protección cambiario, de ya infinita duración, que le ha permitido a los debidamente equipados con conexiones, tarjetas de crédito, liquidez y cuentas en el exterior, redondearse unos subsidios inmerecidos. 
Con ello no estaríamos favoreciendo los puestos de trabajo en el exterior y haciendo inviable el empleo productivo en nuestro país. 
Con ello, los bolívares que circulan tendría un mejor respaldo en el Banco Central y no estaríamos que estar continuamente atentos a los anuncios sobre sus supuestas mejoras. 
Con ello no estaríamos planificando nuestra economía en base a las ocurrencias de quien por buena voluntad que tenga, no tiene la menor idea de lo que se trata. 
Con ello por lo menos seguiríamos montado en la ruta hacia una mayor descentralización de las resultas petroleras, en lugar de permitir que éstas se atrapen en una sola chequera central, cuyo saldo ni siquiera conocemos. 
Con ello por lo menos más capitales quedarían invertidos en Venezuela en lugar de tener que obedecer las instrucciones de largarse por no ser bienvenidos. 
Con ello por lo menos pagaríamos muchísimo menos en intereses por nuestras deudas externas a los zamuros que se dedican a prestarle a los malosos. 
Con ello por lo menos tendríamos más recursos con qué combatir la pobreza… y las desigualdades. 
Con ello por lo menos habría más seguridad en la tenencia de propiedad, de esa que estimula a los de una generación a sacrificarse para lograr dejarle algo a los suyos. 
Con ello por lo menos tendríamos más de nuestros jóvenes encaminados a colocarse entre los primeros del mundo en lugar de darse por satisfechos con la mediocridad cobijada por el Estado, a cambio de su obediencia servil. 
Yo me opuse al neoliberalismo tonto y ciego y sordomudo, entre otros por cuanto observaba cómo en el mundo los fiscos de los países consumidores de petróleo, capturaban cada día más, con sus impuestos al consumo de la gasolina, el valor de ese barril que los países extractores sacrificaban para siempre… y nosotros sin decir ni pío. No obstante entre aquello y el absurdo e idiota dizque socialismo actual, sin duda tendría que elegir lo anterior. 
Da tristeza ver un país reducido a elegir entre tonterías pero, de repente, habiendo ido de fracaso en fracaso, un día de estos, lograremos encontrar la ruta buena para nuestra Venezuela. Ahora bien, ustedes saben que para ello considero indispensable quitarle la chequera con nuestras resultas petroleras a quien esté de turno como cacique. Es más, no quiero más caciques, quiero presidentes que trabajen para nosotros, los indios.