12 de marzo de 2009

Nosotros, los maldecidos

Si todas nuestras resultas petroleras hubieren sido entregadas directamente a los ciudadanos, en partes iguales, y luego viene el gobierno a recoger tales recursos, estaríamos en la presencia de la madre de todos los sistemas de impuestos regresivos del mundo. ¿Qué rayos tiene un impuesto marginal del 100% a los más pobres que ver con el socialismo, con una cristiana justicia social o simplemente con un buen gobierno? 
De nuevo participé en unas conferencias en el Banco Mundial sobre la temática del cómo lograr más transparencia y un mejor uso de los ingresos provenientes de la industria extractiva, petróleo y minas. Hubo muchas propuestas bien intencionadas y bien argumentadas sobre cómo ayudar a los países que habiendo sido bendecidos de jure con unos recursos inmensos han terminado de facto siendo maldecidos por esos mismos ingresos. 
No obstante para alguien que como Ustedes ha visto su país desperdiciar dos bonanzas petroleras y busca la manera de evitar que ello ocurra con una tercera, las reuniones fueron algo decepcionantes por cuanto de nuevo todo está basado en la falsa premisa que si sólo los gobiernos le hiciesen caso a estos expertos diseñadores de políticas públicas, todo saldría bien… como si el problema nuestro fuese que nadie le haya informado a nuestros gobiernos sobre el cómo administrar mejor nuestras resultas petroleras. Algo molesto, pedí la palabra. 
Les expliqué que si bien deseamos una mayor transparencia con respecto a los ingresos petroleros y por supuesto agradecíamos sus apoyos, eso, a la hora de la verdad, significaba poca cosa, por cuanto la verdadera maldición petrolera estaba en el formar parte de una ciudadanía que se sienta a los pies de un cacique o un Gran Hacendado en la expectativa que les sea entregada la cosecha de lo sembrado, en lugar de sembrar y cosechar ellos mismos sus resultas petroleras. 
Les expliqué que jamás había conocido un gobernante o un hacedor de políticas públicas que tuviese pinta de haber sido maldecido por el petróleo y que esa condición estaba exclusivamente reservada para los ciudadanos. 
Les asomé que la única política pública con alguna posibilidad de salvarnos de la maldición era la de radicalmente limitar lo que recibía el gobierno de las resultas petroleras, por ejemplo a un 3% del PTB y el resto entregárselo, de una manera u otra, directamente a los ciudadanos. 
Les dije que aparte del populismo político también existía el riesgo que sus recetarios fuesen a conformar una especie de populismo de políticas públicas y que terminarían siendo aprovechados por los creadores y aprovechadores de ilusiones. 
Les dije que necesitábamos una coalición mundial de ciudadanos maldecidos por el petróleo, para así darnos fuerzas mutuas con las cuales enfrentar a los usurpadores. Les pedí su apoyo, aun a sabiendas que por cuanto el Banco Mundial y demás organizaciones similares trabajan esencialmente para los gobiernos no nos la pueden dar abiertamente. En esta pelea, nosotros los ciudadanos, nos encontramos completamente solos… como debe ser.