3 de abril de 2008

Prueba de admisión para candidatos

Un candidato que no se atreva responder públicamente a las dos preguntas que mayor importancia tienen para un país petrolero, no tiene derecho a ser candidato… de nadie.

Las dos preguntas a las que me refiero y las cuales increíblemente no se han debatido a fondo y en público en nuestra Venezuela desde que se descubrió el petróleo, hace 100 años y desde que Arturo Úslar Pietri recomendó la "siembra del petróleo", hace ya 72 años, son:

1. ¿Quién debe ser el responsable por la administración y la siembra de los recursos petroleros que se obtienen por la liquidación de un recurso no renovable: el Estado o el ciudadano?

2. ¿Es posible lograr una verdadera democracia participativa cuando el Estado venezolano obtiene tanto de sus ingresos no de los contribuyentes sino por vía de la apropiación de las resultas de petróleo y que con frecuencia lo convierte en rico y poderoso sin siquiera necesitar de la ayuda del ciudadano para ello?

Por cierto, si responden "El Estado" a la primera pregunta y un "Sí" a la segunda les agradecería explicar bien las razones por las cuales un ciudadano como yo no debería considerarlo a Usted, solo otro candidato de nuestra tribu endógena los quítatetu-paraponermeyos.

Candidatos, ¡atrévanse a presentar la prueba de admisión o retiren su candidatura!

Aprovecho la ocasión para hacer una nueva aclaratoria sobre el tema de la privatización ya que cada vez que medio asomo la idea de pasarle al ciudadano la administración de las resultas del petróleo hay alguien que me brinca automáticamente con un muy bien aprendido "¡Ah ya, sabia yo, Usted lo que quiere es privatizar… Fo!".

Amigos, una vez por todas, no propongo, ni quiero privatizar a PDVSA, por lo menos no en el sentido tradicional de la palabra, o sea el de asignársela a algunos pocos intereses privados, por lo siguiente:

A nosotros los venezolanos, los verdaderos dueños del petróleo de Venezuela, nos conviene obtener un margen alto entre el costo de extraer el petróleo y su precio en el mercado y para ello necesitamos de la OPEP.

De no existir la OPEP las fuerzas de la economía, tarde o temprano, nos llevarían a tener que vender el petróleo a un precio equivalente a su costo marginal de extracción mundial y no tiene sentido que lo único que como Nación le podamos sacar a un recurso no renovable como el petróleo, sea el margen entre nuestro costo promedio de extracción y el costo marginal de extracción del mundo. Lo anterior equivaldría a que Microsoft renunciase a sus derechos de propiedad industrial para competir sobre la base del costo directo de reproducir los discos.

Y, en la OPEP, no hay cabida para accionistas privados que puedan correr el riesgo de que los agarren en los aeropuertos del mundo y los manden presos, por estar incursos en actividades ilícitas de cartel.

Además, el solo plantear nuestras alternativa como el tener que elegir entre el Estado o las empresas privadas, es lo que siempre termina dejando al ciudadano sin el chivo ni el mecate.

Ahora bien, si quieren llamar privatización a lo que igualmente pudiese llamarse colectivización, el asignarle a cada uno de los ciudadanos un derecho igual y no transferible a las resultas netas que produzca la liquidación de nuestro petróleo, pues entonces sí estoy con esa privatización o esa colectivización, como quiera que lo quieran llamar.

Por cierto los derechos de la privatización o de la colectivización que apoyo, no son transferibles por cuanto, con lo malo que hemos demostrado ser administrando nuestro país, sería amoral gastarnos hoy todas las resultas que también pertenecen a las generaciones del mañana.