18 de julio de 2002

Estoy convencido

Para prestarle dinero a Venezuela, los mercados internacionales, a cuenta del “riesgo-país”, le exigen un 12% adicional al que le solicitarían a los Estados Unidos… para una tasa final de unos 17%. En consecuencia, si esperamos contratar 4.000 millones de dólares de deuda este año, nos habremos comprometido al pago de un exceso anual de 480 millones de dólares, monto superior al que, en el mejor de los escenarios, produciría el gas de Paria. Estoy convencido de que el seguir por la vía de aceptar los dictámenes internacionales, sin negociar, equivale a una eutanasia financiera.
A los 25 dólares, que se reciben hoy por barril de petróleo crudo, los transportistas, refinadores y distribuidores le incrementan otros 10, situando el precio del producto terminado en 35 dólares. Los fiscos europeos y de muchos países le añaden 115 dólares en impuestos, llevando el precio final al consumidor a 150 dólares por barril y, como si tales impuestos ya no fuesen suficientes para desplazar la demanda del petróleo, favorecen a otras fuentes de energía con inmensos subsidios y castigan al petróleo con dudosas excusas ambientales. Estoy convencido de que mientras tengamos “expertos petroleros venezolanos” que insisten en que debemos capitular ante tales discriminaciones, aumentando nuestra exportación petrolera al mundo, sin pelear lo nuestro, no desarrollaremos voluntad de Nación.
No somos un país rentista… somos un país en liquidación, que obtiene sus ingresos saldando un activo no renovable, como el petróleo y reexporta simultáneamente tales ingresos importando cualquier clase de bienes, baratijas y servicios, masacrando así las fuentes de empleo locales. Estoy convencido de que mientras usemos los recursos petroleros para satisfacer nuestras necesidades de consumo, no tendremos un modelo económico válido para Venezuela.
Estoy convencido de que no tenemos un sistema financiero local… con todo lo que éste debería significar para un país.
Estoy convencido de que la sociedad no tiene un proyecto educativo de país, acorde con las necesidades de aprender a negociar con dignidad y patriotismo en un mundo globalizado.
Estoy convencido de que no hay gobierno y, peor aún, de que no es posible reconstruir un gobierno con el simplista “quítate tú pa` poneme yo”, sino que se requiere de una nueva generación de políticos promotores, verdaderos creadores de riqueza y renta venezolana.
Estoy convencido de que el descuidar la defensa de nuestras fronteras económicas y culturales hace de toda nuestra institución militar una simple parodia incoherente.
Estoy convencido de que si no hacemos nada… rápido… no habrá nada que hacer… excepto contratar unos mejores subastadores, para que la puja por el país nos produzca algo más.
Estoy convencido de que es posible darle vuelta a nuestro país en un lapso mucho más corto que las tantas décadas que dicen requerirse.
P.D. Mientras un padre no encuentre respuesta que darle a sus hijos, sobre cuál será el castigo para los que cacharon, en vivo, disparando desde Puente Llaguno, estoy convencido de que no tendremos justicia, paz y progreso en nuestro país.

4 de julio de 2002

Nuestra champaña negra

El petróleo se encuentra almacenado en el interior de la tierra bajo mucha presión, por lo que, al extraerlo, se debe manejar con sumo cuidado, cual descorchando una buena botella de champaña.
Recientemente oí una excelente explicación del Sr. Phillipe Mandar, quien, refiriéndose al cuidado de “la champaña negra”, observaba que la tecnología de producción petrolera, que no ha evolucionado mucho en cien años, la despilfarraba cual automovilista triunfador de Fórmula 1.
Según Phillipe, la técnica no controla suficientemente las condiciones atmosféricas, lo que se evidencia cuando al ser aplicada indistintamente en Alaska, que en el Sahara, produce resultados muy diferentes. En condiciones como las de Venezuela, la utilización del método de producción tradicional, significa que dejamos de obtener un 22% del volumen del crudo estabilizado, por la pérdida de un 7% del petróleo que va a la atmósfera y a la de un 15%, que pasa a ser gas asociado. 
Comprendí que la pérdida del 7%, era pura pérdida, pero pensé que en el caso del gas, igual nos daba vender ese 15% como líquidos de gas, que como petróleo estabilizado… ¡craso error el mío! El mundo del gas, a diferencia del petrolero, requiere de mayores compromisos e inversiones a largo plazo, como la construcción de gasoductos, lo que compensa valorizando los componentes del hidrocarburo en forma gaseosa a un menor precio, que si éstos se comercializaran dentro del petróleo, lo que ratifica mi postura de que la OPEP debe evitar que el gas se le escape por la puerta de servicio y pase a competir con el petróleo.
Phillipe ha inventado y patentado una tecnología que no sólo evita la pérdida del 7%, que normalmente va a la atmósfera contaminándola, sino que captura un 15% del crudo como petróleo liquido estabilizado. Además, la composición de ese 22% adicional sería tan rica que aumentaría en un 20% el grado API del crudo, haciéndolo más liviano y valioso. Bottom line… ¡un 33% más de riqueza por barril!
De llegar a implementarse un proyecto específico, que han estudiado Phillipe y PDVSA, a un costo de 45 millones de dólares, el valor de la producción aumentaría en 1.2 millones de dólares diarios, recuperándose la inversión en menos de 40 días. ¡Guau, qué bueno! observó un Kurowski jalador, buscando un puesto como asesor de quien suponía un próximo millonario. 
¡Qué va Kurowski… siéntate a esperar! Phillipe lleva AAÑÑOOS negociando con PDVSA y no obstante que todos los resultados de los estudios confirman lo ofrecido, NADA pasa, excepto que a cada rato le cambian las reglas… Aparentemente compite con un proyecto de Enron (q.e.p.d.) de unos 700 millones de dólares, basado en la recuperación del gas “rico”, que produce la pobre tecnología actual… que, de implementarse la técnica de Phillipe, quedaría ponchado.
Como siempre, negociar con gente importante, tipo ENRON, es una ruta menos riesgosa para el ascenso meritocrático, que negociar con un Phillipe… y, ni se diga, con un Felipe criollo.